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Todos los que vienen se quedan asombrados de que nuestros niños no tengan esa animosidad, ese odio, porque a estos niños les va la marcha. Una vez que aprendes a quererte a ti mismo, ya no ves eso de blanco o negro. Sigo diciendo que una buena educación básica es lo único. A veces me siento culpable porque no creo que Jesucristo pudiera recibir más elogios que yo cuando paso por esa aula, incluso de los niños a los que no enseño. Saben que les quiero, pero siempre les estoy diciendo: "Subid a ese asiento para que podáis tener opciones en este mundo".