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Mi instituto había sido un antiguo hospital reformado, así que cuando llegué por primera vez al campus de la UCLA en la primavera de 1965, me impresionó de inmediato la arquitectura clásica del norte de Italia que se mezclaba con edificios futuristas ultramodernos. La arquitectura clásica le daba el peso de la sabiduría antigua, mientras que el aspecto modernista inspiraba esperanza en el futuro.