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Por supuesto, los Clinton no sólo son corruptos, sino también cínicos. Aceptan que los medios de comunicación progresistas, las fundaciones, las universidades, las burocracias, Hollywood y Silicon Valley honren el poder más que la política de izquierdas de moda; entienden bien que sus fans harán, por ellos, los ajustes necesarios para contextualizar la criminalidad o amoralidad de Clinton.