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Si no tuviera ese profundo arraigo, me resultaría muy fácil ser simplemente alguien consumido por la ira y el odio. Y esa sería la gran victoria de Trump: convertirnos en réplicas de él, solo que al otro lado de una pantalla mural. Me niego a que yo o mi familia o mi movimiento o mis amigos seamos convertidos en lo opuesto a Trump. Quiero ser el antídoto de Trump.