-
Creo que nunca podré expresar lo extraño que fue oír mi nombre en los Oscar. Lo había visto en pijama el año anterior. Me sentía entumecida, aturdida y confusa. Recuerdo que me sentía ligero, ingrávido. Más como en el limbo que en las nubes. Al principio pensaba: "Esta es mi estatua, nadie puede tocarla". Y a medianoche me dije: "Por favor, que alguien se lleve esta estatua, pesa demasiado". Así que se la di a mi hermano y se fue con ella.