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Tenemos una cultura que es indirecta en extremo, en la que a los cinco años ya has visto toneladas de televisión y has estado sometido a lo que yo llamo "la era de la interrupción", en la que todo se interrumpe a cada minuto. La televisión, los ordenadores, los faxes, los teléfonos, etc. nos interrumpen constantemente. Es muy difícil para un estadounidense moderno tener dos horas de tiempo ininterrumpido. Sé cómo es porque insisto en tener varias horas de tiempo ininterrumpido cada día, y sé lo implacable que tengo que ser para conseguirlo.