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Aquellos de nosotros que entramos en buenas universidades o profesiones, ¿nos enfrentamos a ese profesor de historia del instituto que nos contó alguna mentira ridícula sobre la historia de Estados Unidos y le dijimos: "Eso es una mentira ridícula. ¿Eres idiota? No. Dijimos: "Muy bien, me callaré y lo escribiré en el examen y pensaré que sí, que es un idiota". Y es fácil decir y creer cosas que mejoran la imagen que uno tiene de sí mismo y de su carrera y que, de otras maneras, son beneficiosas para uno mismo.