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Con el Fondo de Impacto Sanitario, la innovación se paga aparte, mediante recompensas de impacto sanitario financiadas con fondos públicos, y el producto se vende al coste de producción para todos. En este caso, ya no sería necesaria la cruel injusticia de impedir que los pobres compren a precio de coste, como demuestra la supresión actual del comercio de versiones genéricas de medicamentos patentados.