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A los niños se les debería enseñar sexo, higiene sexual y métodos anticonceptivos a partir de sexto curso, y cuando quisieran probarlo, se les debería permitir hacerlo sin supervisión ni restricciones: en la habitación de sus padres, en la hierba de un parque, en un motel; no importa, siempre que el entorno sea privado y agradable. Si hiciéramos todo esto, nuestros hijos crecerían como seres humanos más felices y sanos. Pero no lo haremos, claro. Tendría demasiado sentido.