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Si hubiera habido una figura carismática en Estados Unidos capaz de movilizar los miedos, la ira, el racismo, la sensación de pérdida del futuro que nos pertenece, este país podría estar en verdadero peligro. Tenemos suerte de que nunca haya habido una figura honesta y carismática. McCarthy era demasiado matón. Nixon era demasiado corrupto. Trump, creo, es demasiado payaso. Así que hemos tenido suerte.