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Mis padres eran verdaderos creyentes en la eficacia de la democracia constitucional estadounidense, y a mí me inculcaron una profunda reverencia por lo que el pueblo es capaz de hacer. La complicación de esa sencilla narración es que, a medida que fui creciendo, la guerra de Vietnam sacudió mi confianza en el funcionamiento de nuestra democracia. Acabé sirviendo en esa guerra, pero empezó con una mentira, y yo estaba muy orgulloso de mi padre por ser uno de sus primeros opositores.