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Me dirigía en una dirección autodestructiva. Mis prioridades no estaban juntas, no estaban en orden. Así que el que me encerraran fue en realidad una bendición para mí. Me ayudó a ver la luz. Una vez que te arrancan la alfombra de debajo de los pies -me arrebataron mi carrera y mi familia, y me obligaron a sentarme en esa caja durante tres años y pensar en lo que hice y en lo egoísta que fui-, me hizo ver las cosas con otros ojos, como, espera, ¿por qué estaba haciendo eso? ¿En qué demonios estaba pensando? Tengo que cambiar. Algo tiene que ceder. No puedo volver nunca más a este lugar.