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Cada vez confío menos en los micrófonos, los altavoces y las grabaciones, y ya no me creo la idea de que puedo recrear en casa, o en mis auriculares, la experiencia de escuchar instrumentos acústicos en directo. La orquesta ya es un conjunto de altavoces que reaccionan de forma diferente a cada intérprete, a cada sala y a cada concierto; es ese alto nivel de incertidumbre e irrepetibilidad lo que me gusta. La música se impregna en las paredes de la sala directamente desde los instrumentos, y es algo único. La alternativa -altavoz izquierdo, altavoz derecho- es una especie de compromiso.