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Aparte de la encomiable determinación de incomodar a Trump y a los miembros de su círculo íntimo (exceptuando, al menos por ahora, a figuras militares selectas), el periodismo sigue siendo más o menos lo que era antes del 8 de noviembre del año pasado: personalidades construidas solo para ser derribadas; modas y novedades descubiertas, celebradas y luego ridiculizadas; historias "extraordinarias" de gente corriente a las que se conceden 15 segundos de fama solo para ser de nuevo relegadas al olvido; todo ello servido con una guarnición de la cuota de sufrimiento, devastación y carnicería de ese día. Éstas siguen siendo las bazas del periodismo.