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Desde luego, no pretendo dar la impresión de que la ansiedad puede disiparse con una simple charla de ánimo. De hecho, para algunos, la curación de Dios incluirá la ayuda de terapia y/o medicación. Si ese es el caso, no pienses ni por un momento que eres un ciudadano de segunda clase del cielo. Pídele a Dios que te guíe hasta un consejero o médico cualificado que te proporcione el tratamiento que necesitas. Esto es seguro: no es voluntad de Dios que lleves una vida de ansiedad perpetua. No es su voluntad que afrontes cada día con miedo y temor.