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Muchos autores ven la prohibición o el cuestionamiento de su libro como una medalla de honor. Pero para mí no es más que frustrante y molesto. Los lectores me cuentan que mi obra les animó a pedir ayuda o a hablar con alguien sobre la situación en la que se encuentran. Cuando escuchas historias así a diario y luego oyes a adultos pedir que prohíban tu obra, es la prueba de por qué el estigma en torno a estos temas es tan peligroso.