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No vamos a solucionar la epidemia de acoso sexual a menos que reconozcamos que no es un problema de mujeres, sino de hombres. La carga de resolverlo no debería recaer únicamente sobre las mujeres, porque no podemos hacerlo solas y no es justo. Ahora estamos viendo el tsunami de todas estas mujeres que se presentan, lo cual es una bendición. Pero el punto de inflexión será cuando los hombres en el lugar de trabajo decidan ser nuestros aliados.