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Las personas con estudios universitarios tienen ahora menos probabilidades de divorciarse que hace unas décadas, y es más probable que describan sus matrimonios como felices. Este hallazgo me sorprendió mucho. Parece que las personas con estudios superiores han sido más capaces de desmantelar los estrictos roles tradicionales y, al hacerlo, han ganado más libertad. Yo lo llamo un matrimonio balancín, en el que tanto el hombre como la mujer se turnan para ser el sostén de la familia, lo que hace posible que cada uno de ellos experimente avances o rupturas profesionales en momentos diferentes.