Cuando publiqué mi primera obra, pensé que nunca podría volver al Líbano. Pensé que me detendrían en el aeropuerto. Pensé que cambiaría la literatura tal y como la conocemos. Pensé que habría hombres haciendo cola en mi puerta queriendo ser mi novio. Pero más tarde descubrí que nadie leía el libro. O a nadie le importaba. Ahora mismo, sólo tengo un libro traducido al árabe. Algún día, tal vez si cae el régimen sirio, habrá otros, pero probablemente otro régimen llegará al poder y empleará la misma censura.