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La verdad es que ha sido agradable mantener el contacto con muchas de las personas y familias sobre las que he escrito. Como con los niños de Guatemala sobre los que acabo de escribir, que sobrevivieron a un secuestro y huyeron de la violencia, fue agradable sentarme en su salón y jugar al bingo con ellos, ir a cenar con la familia. Y a veces no pensar en ello de una forma tan mecánica de "ahora vengo a informar y a conseguir lo que necesito", sino simplemente pasar tiempo, te ayuda a ver también una versión más natural de lo que son.