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Intento que mi subconsciente vomite todo lo que pueda, porque en realidad no me juzgo mientras hago música. Si me apetece una frecuencia en el medio, simplemente arrastro un sonido y trato de moldearlo para que se sienta bien. Sucede muy rápido. Y si llevo cinco horas creando una pieza musical y es un asco, la tiro a la basura. Tiene que haber un punto de entrada para aprender sobre mí mismo, o una idea que nunca haya probado, porque entonces puedo probarme una nueva piel y ver el mundo desde una perspectiva diferente. Si tengo esa chispa, entonces guardo el archivo.