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La poesía es quizá la forma de arte más antigua. Podemos remontarnos a una idea milenaria de nombrar las cosas, al impulso adánico: dar un nombre a algo siempre ha sido algo inmensamente poderoso. Nombrar algo es poseerlo, capturarlo. Un poema no deja de ser una especie de conjuro, un encantamiento. Históricamente, un poema también invocaba: era una bendición, o una maldición, o un amuleto. Tenía un poder motriz, era capaz de convocar algo a la existencia. Un poema es un tipo especial de acto de habla. En un buen poema se produce el efecto de trance del lenguaje en su forma más concentrada y desnuda.