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Pensemos en los pobres introvertidos. En un mundo de fiesteros y gente que da la mano, ellos son los que se quedan junto a la ponchera. En un mundo de fiestas y pubs, prefieren quedarse en casa con un libro. A su alrededor suenan los móviles y suenan los correos electrónicos, y ellos sólo quieren un poco de tranquilidad.