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En Hong Kong, en nuestra generación que empezó en los años 70, ser director no era gran cosa. Ni siquiera teníamos sillas de director. No nos pagaban especialmente bien. La posición social de un director de cine no era muy alta. Era una especie de trabajo plebeyo, de segundo o tercer grado. Y los jefes de estudio siempre son prácticos, nunca hay adulaciones porque alguien sea director. Hay muy poco esnobismo sobre la posición de uno como director. Los únicos que recibían un trato diferente eran los que también eran estrellas; o los directores que también eran propietarios de sus empresas.