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El rostro de un amante es una incógnita, precisamente porque está revestido de mucho de uno mismo. Es un misterio, que contiene, como todos los misterios, la posibilidad del tormento.
El rostro de un amante es una incógnita, precisamente porque está revestido de mucho de uno mismo. Es un misterio, que contiene, como todos los misterios, la posibilidad del tormento.