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Dios cómo odio los nuevos países: Son más viejos que los viejos, más sofisticados, mucho más engreídos, sólo que jóvenes en cierta vanidad pueril más parecida a la senilidad que a otra cosa.
Dios cómo odio los nuevos países: Son más viejos que los viejos, más sofisticados, mucho más engreídos, sólo que jóvenes en cierta vanidad pueril más parecida a la senilidad que a otra cosa.