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En Los Ángeles conocí a gente que eran todos actores. Mi mente empezó a abrirse a lo que era actuar. No sabía que Brad Pitt era una persona real. No creía que fuera un robot o una máquina, sino que nacías para actuar, que era un árbol genealógico, como la NASCAR. Nadie puede decir: "Oye, voy a ser piloto de NASCAR".