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La gente no sabe dónde situarme. Terry Gilliam me utilizó como policía estrafalario en "Doce monos", y luego me contrató de nuevo para ser un empleado de hotel afeminado en "Miedo y asco en Las Vegas". En otra ocasión, estaba rodando una película independiente, "The Souler Opposite", y seis días a la semana interpretaba a un gran cachorro de perro; luego llegué al plató de "NYPD Blue" y me convertí en un cabrón.