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  • Nuestra religión es en sí misma profundamente triste: una religión de angustia universal que, por su misma catolicidad, concede plena libertad al individuo y no pide más que ser celebrada en la lengua de cada uno, siempre que conozca la angustia y sea pintor.

    Charles Baudelaire, Jonathan Mayne (1981). “Art in Paris 1845-1862: salons and other exhibitions”