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Si digo que tengo dos versiones de Word -la antigua, de 1982, que es perfecta, sin ningún defecto; o la nueva, que tiene todas estas cosas nuevas y geniales, pero que puede tener algunos fallos-, la gente siempre quiere la nueva. Pero a mí no me gustaría que manejaran un avión en el que yo viajara con un programa que fuera la última gran versión.