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No podremos aprender los unos de los otros hasta que dejemos de gritarnos, hasta que hablemos lo suficientemente bajo como para que nuestras palabras se oigan al igual que nuestras voces.
No podremos aprender los unos de los otros hasta que dejemos de gritarnos, hasta que hablemos lo suficientemente bajo como para que nuestras palabras se oigan al igual que nuestras voces.