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Imaginemos que los fondos de pensiones y las dotaciones que poseen gran parte del capital de nuestras empresas de servicios financieros exigieran a esas empresas que revisaran la forma en que se comercializan las hipotecas a quienes carecen de los conocimientos adecuados para entender los productos que se les venden. La dirección tendría que cambiar la forma de hacer las cosas.