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El don de contar historias es innato: se tiene o no se tiene. Pero el estilo es, al menos en parte, algo que se aprende: se perfecciona mirando, escuchando, leyendo y practicando, es decir, trabajando.
El don de contar historias es innato: se tiene o no se tiene. Pero el estilo es, al menos en parte, algo que se aprende: se perfecciona mirando, escuchando, leyendo y practicando, es decir, trabajando.