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Ningún sociólogo debería creerse demasiado bueno, ni siquiera en su vejez, para hacer decenas de miles de cálculos bastante triviales en su cabeza y quizá durante meses.
Ningún sociólogo debería creerse demasiado bueno, ni siquiera en su vejez, para hacer decenas de miles de cálculos bastante triviales en su cabeza y quizá durante meses.