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En un gran jadeo, vuelve a poner la cabeza entre las manos y llora como si su garganta fuera una cueva, como si los aullidos del viento salieran de su vientre, llora como una tormenta que nunca acabará.
En un gran jadeo, vuelve a poner la cabeza entre las manos y llora como si su garganta fuera una cueva, como si los aullidos del viento salieran de su vientre, llora como una tormenta que nunca acabará.