Una helada navideña había llegado en pleno verano; una blanca tormenta de diciembre se había abatido sobre junio; el hielo glaseaba las manzanas maduras, las ventiscas aplastaban las rosas; sobre los campos de heno y de maíz yacía un sudario helado; los senderos que la noche anterior estaban llenos de flores, hoy estaban desiertos de nieve sin pisar; y los bosques, que doce horas antes ondeaban frondosos y flagrantes como arboledas entre los trópicos, ahora se extendían, baldíos, salvajes y blancos como bosques de pinos en la invernal Noruega.