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Se cuenta que Sakyamuni [el Buda histórico] desestimó una vez como de poca importancia una hazaña de levitación por parte de un discípulo, y lloró de compasión por un yogui junto al río que había pasado veinte años de su existencia humana aprendiendo a caminar sobre el agua, cuando el barquero podría haberle llevado al otro lado por una pequeña moneda.