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Ninguna doncella la igualaba en belleza de rostro. Era el resplandor de un sueño de opio, una visión aérea y elevadora del espíritu, más salvajemente divina que las fantasías que se cernían sobre las almas adormecidas de las hijas de Delos.
Ninguna doncella la igualaba en belleza de rostro. Era el resplandor de un sueño de opio, una visión aérea y elevadora del espíritu, más salvajemente divina que las fantasías que se cernían sobre las almas adormecidas de las hijas de Delos.