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Una vez, en la librería de mi padre, oí decir a un cliente habitual que pocas cosas dejan una huella más profunda en un lector que el primer libro que se abre paso en su corazón. Esas primeras imágenes, el eco de unas palabras que creemos haber dejado atrás, nos acompañan a lo largo de nuestra vida y esculpen un palacio en nuestra memoria al que, tarde o temprano -por muchos libros que leamos, por muchos mundos que descubramos o por mucho que aprendamos u olvidemos-, volveremos.