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Cruzamos nuestros puentes cuando llegamos a ellos y los quemamos detrás de nosotros, sin nada que mostrar de nuestro progreso, excepto un recuerdo del olor a humo, y la presunción de que una vez nuestros ojos lloraron.
Cruzamos nuestros puentes cuando llegamos a ellos y los quemamos detrás de nosotros, sin nada que mostrar de nuestro progreso, excepto un recuerdo del olor a humo, y la presunción de que una vez nuestros ojos lloraron.