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Las mujeres entienden intrínsecamente la dinámica humana, y eso las hace imparables. Desgraciadamente, el hombre medio es menos hábil a la hora de fomentar esas rivalidades, y por eso la mayoría de los hombres siguen siendo medios; a los hombres se les da mejor odiar cosas que no pueden devolverles el odio (por ejemplo, los cortacéspedes, los gatos, los Denver Broncos, etcétera). No tienen visión de conjunto.