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  • Era, pensó, la diferencia entre ser arrastrado a la arena para enfrentarse a una batalla a muerte y entrar en la arena con la cabeza bien alta. Algunos dirían que no había mucho que elegir entre las dos opciones, pero Dumbledore sabía -y yo también, pensó Harry, con una oleada de orgullo feroz, y mis padres también- que había toda la diferencia del mundo.