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Estamos en el otoño de mi segundo año en París. Me enviaron aquí por una razón que aún no he sido capaz de comprender. No tengo dinero, ni recursos, ni esperanzas. Soy el hombre más feliz del mundo. Hace un año, seis meses, pensaba que era un artista. Ya no lo pienso. Lo soy. No hay más libros por escribir, gracias a Dios.