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Nunca se ve a los animales pasar por las absurdas y a menudo horribles tonterías de la magia y la religión. . . . Los perros no orinan ritualmente con la esperanza de persuadir al cielo para que haga lo mismo y envíe lluvia. Los asnos no rebuznan una liturgia a los cielos despejados. Ni los gatos intentan, mediante la abstinencia de carne de gato, engatusar a los espíritus felinos para que sean benevolentes. Sólo el hombre se comporta con tal locura gratuita. Es el precio que tiene que pagar por ser inteligente, pero todavía no lo suficiente.