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La primera vez que se informó de que nuestros amigos estaban siendo masacrados hubo un grito de horror. Luego fueron masacrados cien. Pero cuando fueron masacrados mil y la carnicería no tenía fin, se extendió un manto de silencio. Cuando la maldad llega como lluvia que cae, nadie grita "¡alto!". Cuando los crímenes empiezan a acumularse se vuelven invisibles. Cuando los sufrimientos se hacen insoportables ya no se oyen los gritos. Los gritos también caen como la lluvia en verano.