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No había ido a ningún sitio así, sino al humo de los cafés y a las noches en que la habitación daba vueltas y necesitabas mirar a la pared para que parara, noches en la cama, borracho, cuando sabías que eso era todo lo que había, y la extraña excitación de despertar y no saber quién estaba contigo, y el mundo todo irreal en la oscuridad y tan excitante que debías reanudar de nuevo sin saber y sin importarte en la noche, seguro de que eso era todo y todo y todo y sin importarte.