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En el Ícaro de Brueghel, por ejemplo: cómo todo se aleja tranquilamente de la catástrofe, el labrador puede haber oído el chapoteo, el grito desamparado, pero para él no fue un fracaso importante; el sol brilló como tenía que brillar sobre las patas blancas que desaparecían en el agua verde, y el caro barco que debió ver algo asombroso, un niño cayendo del cielo, tenía a dónde llegar y navegó tranquilamente.