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Si puedes controlar el pensamiento de un hombre no tienes que preocuparte por su acción. Cuando determinas lo que un hombre debe pensar, no tienes que preocuparte por lo que hará. Si haces que un hombre sienta que es inferior, no tienes que obligarle a aceptar un estatus inferior, porque él mismo lo buscará. Si haces que un hombre piense que es justamente un marginado, no tienes que ordenarle que se vaya por la puerta de atrás. Irá sin que nadie se lo diga; y si no hay puerta trasera, su propia naturaleza le exigirá una.