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Con este libro en la mano, recostado en su mullido sillón, se dirá: tal vez me divierta. Y después de haber leído esta historia de grandes desgracias, sin duda cenará bien, culpando al autor de su propia insensibilidad, acusándole de exageración salvaje y vuelos de fantasía. Pero tranquilos: esta tragedia no es una ficción. Todo es verdad.