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Querido Dios, recé, sin miedo (como solemos hacer), no necesito un hombre guapo, sino que sea como Tú; no necesito uno grande y fuerte, ni muy alto, ni que sea un genio, ni rico, Señor, en absoluto; sino que su cabeza esté alta, querido Dios, y que su mirada sea clara, sus hombros rectos, sea cual sea su estado, sea cual sea su esfera terrenal; y que su rostro tenga carácter, una rudeza si alma, y que toda su vida muestre, querido Dios, una unicidad de objetivo; entonces cuando venga (como vendrá) con ojos tranquilos resplandecientes, comprenderé que es el hombre por el que recé hace mucho tiempo.